no me pregunten porqué, pero hace unos días, cuando iba en la cubierta del catamarán hacia la isla del sol sentí el llamado azul del agua, el deseo lánguido pero potente de sumergirme en ese misterio líquido.
hoy, de regreso a copacabana, mientras el cielo se vestía de luto y la lancha parecía deslizarse sobre mercurio, tiré al lago mi anillo de más larga data, el de la piedra (bueh, plástico) negra que usaba en el dedo mayor de la mano izquierda. y mientras lo veía flotar en el aire hasta estrellarse en la superficie espesa del agua, pensé en las cosas que quería dejar, las que quería lavar.
me sentí más liviana. como si hubiera soltado un lastre.
comenzó a granizar. como si también el cielo soltara su carga.
jueves, enero 08, 2009
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