A veces yo también me lo pregunto, y no sé que responderme.
Pero alguna vez me describí como:
No me peino nunca y siempre llego tarde. Estudié Comunicación Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, soy hincha de Banfield e hinchapelotas, de aries y dragón en el horóscopo chino.
Escribo, corrijo y edito lo que otros escriben, diseño páginas, saco fotos (aunque por esto aún no me pagan), hago cuadernos con cosas escritas y en blanco también. Canto por la calle (por esto, tampoco), ando en bicicleta cada vez que la ocasión se presenta. Sonrío mucho, aunque tengo los dientes partidos por culpa de un accidente en moto. Respiro.
Me considero una privilegiada, elegida por vaya a saber qué influencia para disfrutar y apreciar este mundo en sus expresiones más ínfimas y más gigantescas. Siento que fui "bendecida" con una sensibilidad que a veces puede resultar dolorosa, pero que me permite encontrar belleza en casi cualquier cosa, en los lugares más simples y en las escenas más oscuras.
Desconozco por cual mérito me fue otorgado el derecho de elegir, de experimentar, de sentir, de disfrutar, y también la oportunidad y el coraje para hacerlo. Y estoy agradecida por eso.
En todos estos años, viajé por Argentina, Alemania, Austria, Bélgica, Birmania, Bolivia, Brasil, Camboya, Chile, China, Colombia, Dinamarca, Ecuador, Escocia, España, Francia, Finlandia, Gales, Grecia, Hungría, India, Irlanda, Italia, Laos, Malasia, Mongolia, Nepal, Noruega, Países Bajos, Perú, Portugal, República Checa, Rusia, Suecia, Suiza, Tailandia, Vietnam y Uruguay.
En 2006, tras un viaje por el norte argentino, brotó de mi un gajo de poesía que floreció en un libro, llamado "pequeño jardín". Sólo me falta plantar el hijo y tener el árbol.
En 2008 decidí renunciar a mi trabajo como Lic. en Com. y empezar a viajar full time. En noviembre de ese año partí a hacer la ruta andina hasta Colombia por tierra, hasta abril de 2009.
Al regreso, duré poco en Buenos Aires. En menos de tres meses busqué un inquilino, vendí la pc y el móvil, me compré un pasaje a la India y a fines de junio inicié la aventura asiática. Y como quien no quiere la cosa, pasaron nueve intensos meses en la India, con una escapada al Nepal, luego dos en Tailandia y uno en Laos, con dos semanas en Malasia en el diome. Viajé dos meses por China y me congelé 5 semanas en Mongolia, hasta que decidir volver a Beijing y tirar un rato el ancla.
Con el año nuevo chino vinieron nuevos viajes y más países, Birmania, Cambodia y Vietnam vieron mis pasos. Volví a China con la intención de quedarme pero el amor cambió mis planes y otra vez me fui a Mongolia, para seguir por Rusia a dedo hasta Europa. Anduve por Finlandia, Suecia, Alemania, Bélgica, Suiza, Italia, España, Francia e Inglaterra, y me quedé en Holanda por unos meses hasta que llegó la hora de cruzar el océano otra vez. La vuelta, con firme proa hacia el sur que me vio nacer, incluyó escala en Brasil y Uruguay. Ahora estoy de vuelta en Buenos Aires, pero sé que tengo las horas contadas.
Algunas cosas que me gustan: la historia y las historias, la gente, los árboles, las culturas, los blends de té, músicas, los sabores exóticos, la arquitectura, mis sobrinos, cocinar, los abrazos, el cine, vagar y divagar, los vinos frutados, los libros que me hacen pensar y sentir, el turismo, los asados de mi viejo a pesar de mi vegetarianismo, viajar, las remeras rayadas (y las medias también), ir de camping, los cigarrillos armados (aunque ya casi no fumo más), andar en bicicleta, los atardeceres, las minúsculas, caminar descalza sobre el pasto, la poesía viva, buenos aires, los días de sol en invierno, las casas antiguas con techos altísimos, bailar sin vergüenza, la ironía, escribir, las ventanas con cortinas voladoras, dormir en sábanas blancas recién lavadas, los pisos de madera, los otoños crujientes, los cuadernos de tapas duras, el dulce de leche, milan kundera, compartir un mate amargo, nadar, los pueblos chicos, las sonrisas amplias, las pizzas con mucha muzzarella, las camperas con capucha y las bufandas coloridas, el sonido de los violines, el sentido del humor, el silencio, mis amigos, los pasajes ocultos, las velas perfumadas de vainilla, charlar por horas sin sentido, las fotos en blanco y negro.
Pero alguna vez me describí como:
viajera full time, fotógrafa bien intencionada, perfeccionista ad honorem, cantante irrefrenable, ciclista adicta, danzante descarada, lectora empedernida, ecologista practicante, blogger compulsiva, cocinera apasionada, bon vivant amateur.
No me peino nunca y siempre llego tarde. Estudié Comunicación Social de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, soy hincha de Banfield e hinchapelotas, de aries y dragón en el horóscopo chino.
Escribo, corrijo y edito lo que otros escriben, diseño páginas, saco fotos (aunque por esto aún no me pagan), hago cuadernos con cosas escritas y en blanco también. Canto por la calle (por esto, tampoco), ando en bicicleta cada vez que la ocasión se presenta. Sonrío mucho, aunque tengo los dientes partidos por culpa de un accidente en moto. Respiro.
Me considero una privilegiada, elegida por vaya a saber qué influencia para disfrutar y apreciar este mundo en sus expresiones más ínfimas y más gigantescas. Siento que fui "bendecida" con una sensibilidad que a veces puede resultar dolorosa, pero que me permite encontrar belleza en casi cualquier cosa, en los lugares más simples y en las escenas más oscuras.
Desconozco por cual mérito me fue otorgado el derecho de elegir, de experimentar, de sentir, de disfrutar, y también la oportunidad y el coraje para hacerlo. Y estoy agradecida por eso.
En todos estos años, viajé por Argentina, Alemania, Austria, Bélgica, Birmania, Bolivia, Brasil, Camboya, Chile, China, Colombia, Dinamarca, Ecuador, Escocia, España, Francia, Finlandia, Gales, Grecia, Hungría, India, Irlanda, Italia, Laos, Malasia, Mongolia, Nepal, Noruega, Países Bajos, Perú, Portugal, República Checa, Rusia, Suecia, Suiza, Tailandia, Vietnam y Uruguay.
En 2006, tras un viaje por el norte argentino, brotó de mi un gajo de poesía que floreció en un libro, llamado "pequeño jardín". Sólo me falta plantar el hijo y tener el árbol.
En 2008 decidí renunciar a mi trabajo como Lic. en Com. y empezar a viajar full time. En noviembre de ese año partí a hacer la ruta andina hasta Colombia por tierra, hasta abril de 2009.
Al regreso, duré poco en Buenos Aires. En menos de tres meses busqué un inquilino, vendí la pc y el móvil, me compré un pasaje a la India y a fines de junio inicié la aventura asiática. Y como quien no quiere la cosa, pasaron nueve intensos meses en la India, con una escapada al Nepal, luego dos en Tailandia y uno en Laos, con dos semanas en Malasia en el diome. Viajé dos meses por China y me congelé 5 semanas en Mongolia, hasta que decidir volver a Beijing y tirar un rato el ancla.
Con el año nuevo chino vinieron nuevos viajes y más países, Birmania, Cambodia y Vietnam vieron mis pasos. Volví a China con la intención de quedarme pero el amor cambió mis planes y otra vez me fui a Mongolia, para seguir por Rusia a dedo hasta Europa. Anduve por Finlandia, Suecia, Alemania, Bélgica, Suiza, Italia, España, Francia e Inglaterra, y me quedé en Holanda por unos meses hasta que llegó la hora de cruzar el océano otra vez. La vuelta, con firme proa hacia el sur que me vio nacer, incluyó escala en Brasil y Uruguay. Ahora estoy de vuelta en Buenos Aires, pero sé que tengo las horas contadas.
Algunas cosas que me gustan: la historia y las historias, la gente, los árboles, las culturas, los blends de té, músicas, los sabores exóticos, la arquitectura, mis sobrinos, cocinar, los abrazos, el cine, vagar y divagar, los vinos frutados, los libros que me hacen pensar y sentir, el turismo, los asados de mi viejo a pesar de mi vegetarianismo, viajar, las remeras rayadas (y las medias también), ir de camping, los cigarrillos armados (aunque ya casi no fumo más), andar en bicicleta, los atardeceres, las minúsculas, caminar descalza sobre el pasto, la poesía viva, buenos aires, los días de sol en invierno, las casas antiguas con techos altísimos, bailar sin vergüenza, la ironía, escribir, las ventanas con cortinas voladoras, dormir en sábanas blancas recién lavadas, los pisos de madera, los otoños crujientes, los cuadernos de tapas duras, el dulce de leche, milan kundera, compartir un mate amargo, nadar, los pueblos chicos, las sonrisas amplias, las pizzas con mucha muzzarella, las camperas con capucha y las bufandas coloridas, el sonido de los violines, el sentido del humor, el silencio, mis amigos, los pasajes ocultos, las velas perfumadas de vainilla, charlar por horas sin sentido, las fotos en blanco y negro.