acostumbrada a las decepciones cataratiles tailandesas, de aguas marrones y mezquinas, fui sin la menor expectativa. y cuando llegué, encontré un lugar como éste:
quizás más de una decena de piletas de agua azul cristalina, saltos, cascadas y cascaditas. y lo mejor de todo, uno se puede bañar! con los 35 grados que debe hacer de mínima cada día, un chapuzón es un regalo divino.
obvio que desde que llegué hasta que me fui, estuve chapoteando cual coca sarli, remojando mis partes nobles e innobles también, y hasta zambulléndome desde las piedras en épicos clavados. volví extenuada pero fresquita.
a la noche, aún con treinta y pico de grados, tengo piel de gallina. algo no está bien, tengo frío.
mmm, no tengo termómetro pero no hace falta: evidentemente tengo fiebre.
al día siguiente, placas en la garganta, fiebre, temblar, dormir tapada con dos frazadas, fiebre, baño con agua fría, té de jengibre, antibióticos.
creo que es la primera vez que me enfermo de verdad en este año. bueh, me engripé una vez en india. pff, estoy hecha una pinturita. jovi.
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