al final decidí irme al desierto otra vez.
en esta ocasion la partida fue más complicada, porque como hice trato directo con el camelman, hubo que negociar entonces con el dueño de los camellos, el rickshaw para llegar a los camellos, el almacenero, el verdulero y hasta el vendedor de agua. la primera parada, como a las 5 de la tarde, es en el pueblo de matar, mi camel man.
sentadas en el piso de tierra del patio entre un enjambre de chicos, sus hermanas y primas estaban bordando; su madre le da la teta a la más chica de sus 7 hermanos. las chicas me hablan en madiwari mientras me tocan las manos, los anillos y los aros y me ofrecen los suyos a cambio. dentro de la casa, otra de sus hermanas cocina en cuclillas junto al fogón. comemos, pertrechamos los camellos y partimos.
no es fácil andar en camello. tampoco es difícil, claro, pero cansa mucho. la mayor parte del tiempo caminamos junto a los camellos. matar canta y trata de enseñarme, pero me cuesta horrores repetir esos sonidos. los molinos de energía eólica que adornan el horizonte van quedando atrás.
cada vez que paramos es lo mismo: bajamos todo de los camellos, matar les ata las patas delanteras para que no se vayan lejos y los suelta. cada vez que emprendemos la marcha, hay que buscar los camellos para cargarles todo encima otra vez.
como a las 7 y media paramos, soltamos los camellos y vamos a un campamento de gitanos. de un lado, una especie de chozas con el piso suspendido en el aire apenas sostenido por unos parantes desparejos. del otro, esparcidos entre las matas, varias familias cocinando. una nube de chicos nos envuelve. me dan la mano, me tiran de los anillos, me tocan, me sonríen, me palpan los bolsillos, me piden rupias, fotos, chocolates, lapiceras, anillos. decidí no llevar la camara para no parecer tan intrusiva y hago como que les saco fotos con una zapatilla. todos nos reímos.
la voz se corre rápidamente. al grito de "gori" (blanco) se van arremolinando en torno nuestro. me limito a sonreír, obviamente no cazo una de lo que me estan diciendo. matar traduce un poco: que si soy casada, si tengo hijos, si tengo hermanos. me invitan a sentarme, a tomar chai, a cargar a sus bebés. me siento en una piedra, agradezco el té, sostengo al bebé hasta que vomita. entretanto, los pibitos siguen con su cantinela: gori, foto, gori, pen, gori, rupee. yo me voy corriendo hacia atrás, cada tanto algún adulto los espanta como moscas y se calman un momento, pero no me sueltan las manos. nos despedimos y mientras caminamos hacia donde dejamos nuestra carga, matar me cuenta un poco acerca de los gitanos indios. pregunto, casi a modo de confirmación, si son nómades.
"sí", responde matar. "son como vos."
decidimos pasar la noche en el lecho seco de un riacho donde había menos viento. apenas apoyamos la cabeza en la almohada (o algo que hacia las veces de) un concierto de mosquitos nos azota y movemos campamento a la cima de una dunita donde el viento, si bien trae consigo considerables cantidades de arena, sopla los moscos.
amanecemos temprano con medio médano encima. al rato aparece una gitana, la que me dió su bebé en brazos. quiere azúcar, dice matar. con la mano, le da un puñado grueso que ella envuelve con el borde de su sari.
vamos a buscar los camellos, parece que se han ido bastante lejos. acá están las huellas, dice matar. delatora se escucha la campanita que uno lleva en el cuello. nos acercamos. uno de ellos se resiste, y empieza a intentar correr con las patas delanteras atadas entre sí. parece un conejo gigante.
cargamos las cosas y arrancamos. caminata esta vez. cuando el calor aprieta, paramos bajo uno árboles. juntamos leña, cocinamos. ya soy una experta en amasar chapatis, un pan chato y redondo que se hace con agua y harina nomás, y que acompaña todas las comidas en reemplazo de los cubiertos. pasan pastores con sus rebaños, todos se acercan a charlar. cinco pibitos se quedan ahí, mirándome fijo. a veces alguno se va y vuelve al rato, como si estuvieran haciendo guardia. matar va a buscar los camellos y el piberío sigue inmutable. matar vuelve, y ellos como estatuas. murmuran, se ríen. los escucho decir "gori esto, gori lo otro" y es evidente que hablan de mí, pero no puedo decir nada. matar traduce: van verbalizando todo lo que hago. algo así como: blanca se duerme, blanca se sienta, blanca bosteza, blanca cose, blanca no entiende nada.
como a las 5 volvemos a salir, vamos hacia unas dunas chicas que terracean sobre un caserío. parece que muchos turistas suelen venir por acá: al rato de desensillar se acerca un nene ofreciendo bebidas frías.
vamos un laguito de agua de lluvia, algunas mujeres están llenando sus tinajas. el agua es turbia y está estancada, pero es lo que hay. intento depegarme un poco la arena del cuerpo, es como una exfoliación inesperada.
cocinamos, esta vez matar amasa los chapatis y yo me encargo de la comida. cenamos ya con la luna. dormimos con la cabeza tapada porque la arena sopla. igual cada tanto asomo la cabeza, da pena perderse tantas estrellas.
cuando abro los ojos matar no está, seguro fue a acercar los camellos. preparo todo para el desayuno, mejor arrancar temprano que con el sol alto se complica.
hace mucho calor y tras dos horas de caminata me rindo y me subo al camello. el plan de matar es ir a las dunas grandes de un tirón, pero yo no lo veo.
al mediodía llegamos a una especie de lago seco con fondo de arena, rodeado de unos árboles bellísimos. hay mucho verde, es casi como un oasis aún con el lago seco. matar me cuenta que llovió hace un mes tras dos años de sequía. me siento debajo de un árbol del que llueven orugas, el pasto es alto, y tierno, y fresco. cada tanto asoma un pavo real o un río tintineante de ovejas con su pastor, que se acerca, curioso, a darnos charla. el abasto me parece tan lejos...
cuando el sol afloja un poco, salimos otra vez, hacia las dunas. por la ladera del cerrito que bordea nuestro camino grácilmente trotan unos animales. creo que son antílopes. pareciera que nos estan saludando.
desde un caserío nos ven pasar, se acercan un hombre, una nena y un perro. doy un beedie (especie de cigarrito de hoja) al hombre y dos botellas de plástico vacías a la nena, el perro nos sigue.
en la enormidad de arena, elegimos lugar reparado, soltamos los camellos, cocinamos. tras el atardecer blanco se enciende la luna. le falta apenas una sonrisa para estar llena. todo se ve en blanco y negro. y mientras escalo los médanos de plata, casi me parece escuchar una voz que dice 'dibujame un cordero'.
en mitad de la noche, abro los ojos. la luna se fue a iluminar a otro lado y el cielo es como un colador de estrellas. a lo lejos repica la campana que lleva mi camello: es como si las estrellas se estuvieran riendo.
me despierto justo antes de que el sol se despegue de la duna. matar no está aquí, fue a buscar los animales.
voy a caminar un poco por la arena, a dejar huella justamente donde el paisaje nunca es el mismo.
mi sombra es tan larga que pareciera que tengo zancos.
desayunamos rápido, hoy tenemos que hacer un trecho largo. caminamos un poco, luego montamos. uf, como me cansa. me lo banco hora y media, mis pies se hinchan tanto que parecen empanadas. me planto, me bajo. yo camino y matar va en camello. sólo queda media hora antes del último stop.
paramos cerca de la ruta para el último almuerzo. a eso de las 4.30 pasa el bus que me lleva de vuelta a jaisalmer. los molinos de energía eolica emergen en el horizonte.
martes, agosto 04, 2009
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5 aportes al desconcierto general.:
gracias por tu crónica :)
te la robo como la otra vez. beso!
blanca no entiende nada...
blanca pareciera entender cada vez más...
blanca siga con eso.
blanca a trashumar y a ser felíz
:)
me encantó!
y lo de blanca no entiende y eso es muy gracioso!
beso!
Gracias por tu relato!
Los que nos hemos dedicado a cultivar nuestras parcelas seguimos maravillándonos cuando vemos pasar a los nómades, y los invitamos a pasar y contarnos acerca de sus viajes en tierras desconocidas.
ya estaba extrañando las entradas :) Gracias por compartir tu viaje. Besos!!!
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