miércoles, mayo 18, 2011

lo que el viento no se llevó


Arrancamos tarde, musicalmente retrasados por culpa del charango de Abner, un ecuatoriano de viaje con Rachel, su novia inglesa que llenaron la mañana de zamba y chalchaleros.
Sagi, la dueña del golden gobi 2 (donde estuve el año pasado) nos prestó una carpa y uno de sus guests, una bolsa de dormir apta para menos 5 grados.
Cargamos carpa y comida, dejamos compu y salimos a la ruta.
Es extraño hacer dedo en un idioma desconocido, pero resulta. primero un auto que parece un taxi, después otro que nos deja en el camino, carga gente y nos vuelve a levantar. Las gentes se aprietan y sonríen, hay lugar para todos. Van menos de 200 km, para una camioneta con padre, hijo y nieto que nos convidan coca cola y luego otra que nos lleva atrás, vista panorámica incluida.
Dos flacos en cuatro por cuatro altísima tuneada al son del punchi punchi y una más, recién puesta sobre el asfalto pero con música italiana. Maneja Basuurt, ingeniero constructor de ulanbataar; Su sobrina de 10 años va sentada atrás. La nena va a la escuela en la gran ciudad, el tío la está llevando de vuelta a casa de sus papás, en medio del campo. En inglés roto nos invita a acompañarlo y llevarnos más tarde hasta Kharkhorim. Obviamente decimos que sí, no nos vamos a perder la oportunidad de ir al encuentro de lo desconocido.
Basuurt abandona la ruta y arremete tierra adentro. La aguja marca casi 100 km por hora por terreno dispar. La nena da indicaciones, vamos al medio de la nada. Tres gers y una especie de estable son nuestro destino. En la casa, hermano, esposa y dos niñas más nos reciben con sonrisas y té salado. Aparecen los vecinos del ger de al lado, vamos a visitarlos y sacar fotos, afuera nos esperan con caballos y camello para dar una vuelta, cuando terminamos ya está la comida lista: tsuivan, fideos cocidos al vapor con carne, por supuesto.
Una tormenta de arena amenaza por la única ventana, en el cénit del ger. El dueño de casa se calza gafas y del (vestimenta típica mongola) y sale a capear el temporal. Hay que traer los animales. El aire se adivina rojo por la puerta abierta un segundo. La mujer sostiene las columnas del techo. Sopla fuerte.
Pasa una hora quizás, el viento no descansa. El hermano regresa con una sonrisa cubierta de arena. Todos los animales están a salvo.
A pesar de la obviedad de la respuesta, nuestro conductor nos consulta si podemos/queremos pasar la noche ahí. Imposible manejar en medio del arenal voladizo, mañana será otro día.
Nosotros, incansables portadores del "sí fácil", asentimos y sin remordimientos desplegamos las bolsas de dormir en el piso. Está oscuro ya cuando el viento se llama a silencio. Salgo a hacer pis. Quinientas ovejas fosforecen bajo la luna llena.

hagan click acá para ver el mapa de esta aventura.




dos videitos de yapa:

abner tocando alma, corazón y vida en lo de nuestra host:




cómo se siente ir a más de 100 km off road:

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