llegué a darjeeling esta mañana y hace frío, mucho frío -imagínense que
el aceite que uso para el pelo se solidificó-. una hilera de montañas blancas ondula en el horizonte. voy al hotel de un cs, me da una habitación con una vista gloriosa. salgo a caminar por las calles arribaabajo, busco un té para calentarme, no encuentro. cómo es posible que en la ciudad sinónimo mundial del té, no haya un miserable puesto de chai? camino, camino, trepo, subo, bajo, saco fotos, me canso, descubro una nueva vista increíble de las montañas en cada vuelta del camino. pero del té ni noticias.
hay negocios que venden té en hebras, pero no para tomar. hay panaderías a montones, puestos de momo (empanadas a la tibetana), chowmien (fideos chinos), rolls (chapatis arrollados típicos de bengal) y samosas (empanadas a la india) por todos lados. hay baratijas chinas, bufandas, guantes, chalinas, pashminas, camperas, frazadas. hay carnicerías, pescaderías y ferias americanas. un té, un té, mi reino por un té! antes de las 5 atardece, el frío se camufla en la oscuridad para atacar con más fuerza. resignada, me siento entre los puestos de la calle para turistas. veo un señor que se acerca, cargando con una lata extraña, coronada por una pava; una especie de cocina portátil. té! mientras disfruto con el vaso caliente entre las manos, el olor a kerosén me transporta directo a la infacia en casa de mis abuelos.
las fotos, acá
viernes, enero 08, 2010
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