jueves, julio 01, 2010

en el momento exacto en el lugar justo


a la mañana florence me llevó al centro. yo preparé algunas cosas, cepillo de dientes, muda de ropa, rompeviento, quizá encuentre un modo de ir al plató y quedarme ahí. quizás aparece alguien, o un tuk tuk, o me permiten alquilar una moto sin el pasaporte, o sucede algún milagro.
8 am estoy sentada en el internet del centro, donde también alquilan motos, tras un bonito desayuno frutal con florence. me vuelven a decir que no, me siento en una pc, nadie respondió en couchsurfing. me voy resignando a buscar un bus cuando entran al ciber laura y marie, una holandesa que me aturdía en vang vieng y una alemana que conocí junto a ella en vientiane, más bajo perfil. resulta que las dos van a alquilar una moto para ir al plató, exactamente lo mismo que yo quería hacer, les digo casi sin pensarlo que alquilen dos, yo pago por la otra pero que no tengo el pasaporte, bla. en minutos estamos las tres motorizadas con rumbo a tat lo, unas cataratas que están en el plató.
el camino es bellísimo, verdísimo, suavemente ondulado. a los lados de la ruta, plantas de café, de banana, de maíz, casa de paja, madera y bambú y una infinidad de sonrisas.
sabaidee nos gritan agitando las manos, los pies descalzos, los mocos colgando, las sonrisas amplísimas, gallinas, chanchos, perros, las casas flotando sobre pilotes finos y debajo, hamacas, leña, motos y, detalle bizarro, antenas satelitales. los laosianos tienen fama de vagos, o al menos de extremadamente tranquilos, ayer leí un poco sobre su historia, apretada entre china, francia, vietnam, estados unidos y tailandia, recién declararon la independencia en 1975 y desde entonces es comunista aunque parece depender por completo de la ayuda internacional. son pocos, menos de 6 millones, con menos del 17% del área cultivable utilizada (4% del país, el 80% del cual es arroz) y con un índice de alfabetización del 66%, no suena muy comunista que digamos. leí en algún lado que los vietnamitas cultivan el arroz, los camboyanos lo miran y los laosianos lo escuchan crecer. todo va más lento en laos, sin embargo, andando los caminos, se los ve marchar con los cestos en la espalda, cortando leña, lavando en el río y trabajando en el campo, aunque también tirados en las hamacas y tomando cerveza beerlao.
el sol pega duro en el viaje, paramos a comprar furtas, a sacar fotos, a almorzar. todos nos saludan con una alegría tan genuina y tan inocente que contagia. llegamos a tatlo, que es nuestro destino por hoy. buscamos alojamiento, nos metemos al río, hay unos nenes bañándose desnudos, uno le está lavando la cabeza a otro, se ríen, juegan, se tiran al agua. la catarata es amplia y ronroneante, la vemos desde el balcón de nuestro cuarto.
como a las 5 vamos a la otra a 10 km, el camino es casi todo en subida, estoy disfrutando por anticipado la vista al llegar. pasamos por unos pueblos, me olvidé la cámara de fotos, todo el mundo saluda.
llegamos, es apenas un chorro de agua colgando desde un risco, una pared de roca altísima, y estamos arriba de todo. al final del precipicio, el agua, el valle, el verde como una alfombra que se extiende hasta las montañas que dibujan el horizonte. es magnífico, hermosísimo, increíble. me siento tan pequeña ante tanta inmensidad, tan privilegiada de poder estar ahí admirándola, tan feliz. no preciso nada.
pienso en que ayer me quería matar por lo de la moto y el pasaporte, y como sin hacer nada, sin ningún esfuerzo, las cosas suceden. ponele destino, estar en el momento exacto en el lugar justo, ponele suerte, ponele fe, culo, casualidad. las cosas suceden por alguna razón, y aunque desconozca cual es en este caso, por lo pronto no la voy a cuestionar.

acá hay más fotos.

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