lunes, julio 09, 2007

nieve en bondiland


-si, yo también voy a escribir sobre la nieve-
-con un palito, sobre la nieve acumulada en el capó del auto que está en la esquina-


dos de la tarde. decido ir a ver a mis sobrinos. asomo la nariz fuera de casa, apenas llueve. vuelvo a entrar, casi arrepentida, pero me autoconvenzo y salgo. ocho cuadras hasta el bondi.
y las gotas se tranformaban en algo blanquecino.
llegó el 128. no sé que cara tendría yo, pero el chofer me dice:
-tranquila, ya subiste al colectivo.
-no llueve. -digo- está nevando.
-si -me responde- porque las gotas caen así.
y mueve la mano con la palma hacia arriba, de un lado al otro, suavemente.
me siento en la última fila. cada vez que se abre la puerta, frío, frío, frío. y por la ventana, nieva.

30 minutos después me bajo de este bondi y, espera mediante, subo a otro.
la vista es surreal, inimaginada. se empapa mi guante tratando de escurrir el vapor condensado en el vidrio. está nevando.
otros 30 minutos. me acerco al colectivero, le pido que me deje bajar en una esquina donde no hay parada.
-es que está nevando -explico, como si hiciera falta.
-no hay que ir a bariloche ahora, responde y se detiene en la esquina que le pedí.

tarde preciosa con mis sobris y hermana, salamandra, torta-de-chocolate, mate, charla, ventana-por-donde-vemos-caer-la-nieve... esa absoluta desconocida que de a poco cubre todo y transforma el afuera.

regreso. me siento en la primera fila. los copos estallan contra el parabrisas.
la fascinación no me permite dormir. no puedo dejar de mirar, no puedo dejar de sonreír. estoy heladamente maravillada. está nevando.
pompeya irreconocible con la nieve cayendo en la iglesia. transbordo.
tengo que parar tres bondis porque no se distingue el cartel.
el colectivero refunfuña: -no se puede trabajar así.
y a través del vidrio, vuelan las plumas blancas de un pájaro helado.

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